domingo, 2 de marzo de 2008

Un segundo pareció cruzar rapidamente ante sus ojos. Y luego otro... y, seguidamente, otro más. Pronto les persiguió un minuto, alocado, inadvertido y, aún siendo pequeño e insignificante, muy peligroso (muchas cosas pueden ocurrir en un minuto)... después otro... y, de nuevo, otro más... Al rato irrumpió la hora, devoradora ansiosa de los pequeños e insignificantes cazadores de segundos, una hidra de sesenta cabezas, aparentemente invencible e impercedera... pero que, sin embargo, muere irremisiblemente en el tic-tac de un pequeño mecanismo...

Y que fácil resulta no prestar atención a esa épica batalla que es el discurrir de nuestra vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegra encontraros de nuevo en el inexorable transcurrir de mis días... Felicitaciones por el texto, me parece logradísimo.

VerónikaC dijo...

pues mirando esto me han entrado las ganas de escribir un poco, a ver si t paso algo!
q dcirt d txto...