Un segundo pareció cruzar rapidamente ante sus ojos. Y luego otro... y, seguidamente, otro más. Pronto les persiguió un minuto, alocado, inadvertido y, aún siendo pequeño e insignificante, muy peligroso (muchas cosas pueden ocurrir en un minuto)... después otro... y, de nuevo, otro más... Al rato irrumpió la hora, devoradora ansiosa de los pequeños e insignificantes cazadores de segundos, una hidra de sesenta cabezas, aparentemente invencible e impercedera... pero que, sin embargo, muere irremisiblemente en el tic-tac de un pequeño mecanismo...
Y que fácil resulta no prestar atención a esa épica batalla que es el discurrir de nuestra vida.
2 comentarios:
Me alegra encontraros de nuevo en el inexorable transcurrir de mis días... Felicitaciones por el texto, me parece logradísimo.
pues mirando esto me han entrado las ganas de escribir un poco, a ver si t paso algo!
q dcirt d txto...
Publicar un comentario